Internet comparte raíz con el concepto de interdependencia. Ambos ven su inicio en el siglo XX y viven su esplendor como términos durante el siglo XXI. La interdependencia es la noción de que los seres humanos no somos completa y absolutamente autosuficientes, no podemos vivir aislados. Sobretodo en determinadas fases de nuestra vida como la niñez, la vejez o la enfermedad, pero tampoco los adultos de mediana edad pueden tener una vida positiva en los marcos de un mundo radicalmente individualista.

Internet puede tener una base común con este concepto que atraviesa todas nuestras vidas. Es la prueba material de que en un mundo en el que prima la individualidad, la soledad y lo singular en el mundo físico, abrimos otras ventanas para conectarnos entre nosotras en el mundo cibernético. Internet es una red que nos conecta como nuestra red de afectos nos conecta en el mundo no cibernético.

¿Cómo y en qué direcciones nos conecta? Es especialmente interesante esta cuestión si tenemos en cuenta que las redes o conexiones materiales se encuentran físicamente en determinados puntos del mundo. No son casuales los lugares físicos y materiales en los que se encuentran y son muy similares a las primeras conexiones de sonido y electricidad que se realizaron años atrás. Algunos se sitúan en esos lugares por favorecer la instalación, por cuestiones medioambientales o por cuestiones económicas y geopolíticas como podemos comprobar en el siguiente mapa.

Esta nueva interdependencia llamada internet es, al igual que nosotras, ecodependiente. Depende por completo de los recursos del planeta para hacerse posible. Los materiales con los que se construyen los aparatos electrónicos y la propia electricidad son finitos y tienen sus propios ritmos y límites. Hoy en día somos sujetos internetdependientes y como tales, dependientes de la electricidad. Cada día con más frecuencia archivamos y guardamos fotografías, música, libros y otros textos en el almacenamiento de nuestros dispositivos o en “la nube”, la inmaterial nube de internet. En muchas ocasiones no tenemos copias físicas de todos estos archivos por lo que generamos un arte y una maquinaria completamente dependiente de la electricidad, un elemento sobre el que tenemos poco poder, control o autoridad como ciudadanos y trabajadores europeos. Un elemento controlado por manos ajenas que en cualquier momento podría perder su continuidad y acabar con todo el conocimiento depositado con infinita confianza en estos cables y señales eléctricas.

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